No sabía que era el fin
Darse cuenta o disfrutar, una combinación complicada.
Estaba allí sentado junto a un duraznero, esperando que pasen los últimos minutos de la tarde, ya poco faltaba para que se oculte el sol, nada más disfrutaba unos últimos instantes antes del pésimo domingo en el que toda su familia iba a la iglesia y él debía de quedarse pues no concordaba con muchas de las ideas religiosas, ilusionad con seguir cumpliendo sus metas y sobrellevar un año tan maravilloso como lo había sido el pasado, mientras la brisa golpeaba su rostro, él iba pensando minuciosa y detalladamente, las actividades que realizaría en la semana que ya se aproximaba, su regreso a la escuela y a otros lugares que frecuentaba y que eran de su agrado, la vida parecía fluir como todos los días, parecía que ya la humanidad era invencible.
Una hoja cayó del duraznero y posó suavemente en su hombro, él no se dio cuenta, estaba apreciando aquel hermoso atardecer en el cual las montañas parecían atragantarse con los rayos del sol que de manera suave y delicada le golpeaban el rostro, las nubes se tornaban ligeramente sangrientas como si fuese un augurio, era tal la paz que se sentía e aquel ambiente, que se podía oír el mover de las agujas de su reloj, de reojo pudo apreciar la hoja del duraznero que se había posado en su hombro, y de una ventisca proveniente de sus labios, esta cayó al suelo, de pronto el sol se ocultaba cada vez más, y se dispuso a observar su reloj, faltaban 5 minutos para emprender el regreso a casa, decidió poner algo de música y capturar aquel momento en una fotografía, disfrutaba la música y de su último momento de libertad antes de aquel tedioso domingo, un domingo que iba a ser muy diferente al que él se esperaba, un domingo que iba a durar como un millar de ellos, un domingo que se sentiría interminable y que conllevaría a un lunes totalmente diferente al último.
El último minuto fue aún más espectacular y él le puso énfasis a la hora de disfrutar este minuto, un minuto tan corto e insignificante pero que a la vez tenía sabor a eterno, para un alma tan supersticiosa como la suya, un minuto tan placentero conllevaría algún precio, algún coste, la felicidad no es gratuita de ningún modo y él ya lo tenía claro. La canción llego a su fin y junto con ella aquel momento tan placentero que él estaba disfrutando, se dispuso a colocarse su abrigo y a comenzar una larga pero a la vez relajante caminata a su casa, filosofando y pensando sobre su vida, ¿Qué aspectos debía mejorar? ¿Cuáles corregir? Millones de ideas fluían por su mente en aquel instante, millones de acciones que podía realizar, al fin y al cabo el año recién estaba comenzando, aun podía corregir lo que estaba haciendo mal, aun podía realizar sus sueños, aun podía... aún podía seguir soñando, pero él no sabía que era el fin.
Autor: Alexander Cóndor