Paranoia de un calvo
No eran más de las ocho de la noche, cuando escuche el primer auto que se estacionaba al frente de nosotros. Estábamos solo dos mas y yo. Una sensación escalofriante recorrido todo mi cuerpo. Planeábamos mañana recorrer algunas calles expresando el motivo de nuestra lucha. Pasaban los minutos y todo seguía normal, en aquel momento empecé a cuestionarme como es que había llegado a esa situación, de temer por mi vida o por la vida de los otros que estaban allí conmigo.
Los tiempos no eran fáciles, sobre todo por la agitada situación que se vivía en aquel entonces. No era fácil ser estudiante, ni mucho menos líder de ellos en aquel momento. Pero es ahí donde se ven los valientes decían sus abuelos que lejos de desanimarlos los alentaban a seguir con sus labores representativas. Toda Latinoamérica sen encontraba enfrascada en una lucha que tenia como victimas siempre a quienes poco o nada tenían que ver. Documentar cualquier situación en era una tarea imposible, sobre todo porque las pocas formas de transmitir información que había en aquel momento se encontraban sistematizadas y dominadas por quien tenga el poder.
El esfuerzo que se hacia para poder lograr algo, se veía mermado por las acciones que tomaban cualquiera de los dos bandos en aquel momento, y si bien tal vez alguno de nosotros simpatizaba con alguno, poco o nada se podía hacer a esa corta edad. Y allí me encontraba yo, que no lograba acoplarme a aquellas circunstancias. Sumergido en una entropía política en la que apegarse mínimamente a cualquiera de los dos extremos podría significar tu final. Y debo de reconocerlo, dentro de toda esa agitación fueron mas listos que nosotros y caímos en una macabra estrategia para detectar a los lideres de los grupos estudiantiles en aquel momento.
En cuanto se dio de baja el boleto estudiantil eran muchos los estudiantes que nos exigían reclamar y hacer algo al respecto, y nosotros en nuestro impulso inagotable que da la juventud claro que queríamos hacerlo. Aunque también esto les causaba temor a nuestras familias, no eran tiempos propicios para generar luchas por cual fuese el motivo. Pero tenía que hacerse, alguien debía tener la capacidad de generar dicha lucha, aunque fuese por unos pocos centavos, pero esos centavos se convierten en millones cuando afectan a todos. No sabia yo con certeza si alguno de los demás se encontraba coludido en algún grupo político, pero el reclamo no iba por ese lado.
Es ahí cuando decidimos actuar, los carteles en las puertas de las instituciones no tardaron en verse y para ser sincero un enorme miedo recorría mi cuerpo cada que algún oficial paraba para leerlos y nos miraba con una fijación que no era normal. De tanto en tanto en medio del griterío alguno de estos uniformados se detenía y nos preguntaba muy autoritariamente que era lo que estábamos haciendo. No había marcha atrás, ya todos sabían quién éramos y poco o nada podíamos hacer luego de eso, hasta las piedras cantaban a la hora que se les instigaba forzosamente.
Pasó más o menos hora y media cuando otro auto se estacionó al frente. Esta vez todos nos quedamos en silencio. ¿Cómo sabían que estábamos allí? Tal vez nos vendieron, siempre tuve miedo de los traidores, y es que es tan fácil encontrarse con uno de ellos. Ya no se podía correr, eso nos habría delatado aún más. Sentía que no había hecho nada tan malo como para tener a tantas personas custodiando al frente. Pero las cosas ya estaban hechas y ya no había vuelta atrás. Los siguientes recuerdos son un poco borrosos, el pavor se había apoderado de mi por completo, pasaba por mi mente esforzarme por escapar, a lo mejor y lo lograba. Pero mi cuerpo no respondía a las temerosas ordenes que trataba de darle. La puerta se cayo de un estruendo muy fuerte y no se cuanta gente entró, se pusieron a gritar y a tratar de explicarnos el porque de lo que estaba pasando.
Según decían habían detectado a potenciales rebeldes, pero no era asi, al menos en lo que a mí respecta. Pero claro esta que no pensaban escucharnos ni mucho menos tratar de entendernos.
Me golpearon unas cuantas veces, y me tomaron de ambos brazos mientras seguían vociferando. Fui el único que no atinó a decir nada, o tal vez si quería hacerlo solo que no podía. Tal vez desde un inicio sabia que asi acabaría, pero se que no es porque quise, no fue nuestra culpa. Éramos simples monigotes en el juego de los grandes. Me sacaban a la fuerza, casi arrastrándome, y nos esperaban una de esas camionetas oscuras, polarizadas. No podía dejar de pensar en que se acabo para nosotros, pero mientras siguieran teniendo poder no sé cuándo acabaría para todos.
Prácticamente me tiraron sobre el auto, y luego me cubrieron con una bolsa la cabeza. Luego de eso no recuerdo más, solo sentía que el auto se movía a gran velocidad y durante un buen tiempo. Me preguntaba si algún día sabrían donde resulté o todo lo que pasó, la verdad no tengo la certeza de eso. Solo tenía la certeza de que me encontraba allí por culpa de la paranoia de un calvo.
Autor: Alexander Cóndor